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“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Por Pastor Efraím Valverde Sr.
Revista Internacional Maranatha
Enero 2012
UN COMENTARIO INTRODUCTORIO
Las cosas, los objetos, las joyas, y el mismo dinero, no tienen ningún valor por sí mismos, sino que su valor consiste en el aprecio que para aquello hubiere en la mente de quien o quienes los poseyeren. Muchos sistemas monetarios que en un tiempo han tenido un gran valor, al pasar del tiempo lo han perdido. Cuando estuve por primera vez en Israel, quise traer de regreso un obsequio para todos mis hermanos, y compré por dos dólares un paquete de 500 monedas devaluadas. Una prueba sencilla pero irrefutable de lo dicho la podemos ver fácilmente en el niño de tres años que ciertamente ya sabe que el billete que se le da es dinero, pero su mente no tiene aun la suficiente capacidad para distinguir la diferencia del valor del billete de un dólar, de otro de veinte. Repito, pues que el valor de todo está en nuestra mente. (Hoy mismo leía en una revista secular que el valor del oro ha estado menguando últimamente). Por lo tanto, ten bien presente mi es-timado hermano lector, esta verdad innegable: Todo lo que pudiéremos poseer aquí, está en nuestra mente. Pues para entender el mensaje que el Espíritu Santo tiene para ti y para mí, basado en la Escritura citada al principio de este escrito, es imperativo que estés convencido de la verdad aludida. De otra manera, ni caso tiene que sigas leyendo. “El dios de este siglo” (2 Cor. 4.4), que es Satanás, el anticristo, conoce perfectamente las fluctuaciones de nuestra mente. Así que durante todas las edades se ha aprovechado de esta inconsistencia muy humana aun entre el mismo pueblo del Señor, y ha logrado devaluar siempre en la mente de muchos hijos de Dios el tesoro por excelencia de que son dueños. Este tesoro supremo que precisamente Juan nos declara: “Ahora somos hijos de Dios” (1Juan 3:2). Esta operación negativa, que es común y aun en muchos aspectos necesaria entre la sociedad humana natural, ha obrado para perjuicio, tanto en Israel como también en la Iglesia, trayendo siempre ruina espiritual para “el Pueblo de los San-tos del Altísimo” (Dan.7:27). El testimonio de lo dicho lo tenemos tanto en los escritos del Antiguo Testamento que describen la historia del pueblo de la Ley, como también en el Nuevo, donde el Señor y sus apóstoles advierten de continuo este peligro a los cristianos salvos ahora por gracia. común y aun en muchos aspectos necesaria entre la sociedad humana natural, ha obrado para perjuicio, tanto en Israel como también en la Iglesia, trayendo siempre ruina espiritual para “el Pueblo de los San-tos del Altísimo” (Dan.7:27). El testimonio de lo dicho lo tenemos tanto en los escritos del Antiguo Testamento que describen la historia del pueblo de la Ley, como también en el Nuevo, donde el Señor y sus apóstoles advierten de continuo este peligro a los cristianos salvos ahora por gracia.
¿QUIÉN ES EN REALIDAD LA IGLESIA DEL SEÑOR?
Para iniciar esta enseñanza tenemos forzosamente que volver a considerar la pregunta sobre lo que muchas veces ya he disertado y escrito: ¿Quién es en realidad la Iglesia del Señor?, La respuesta básica y fundamental es la misma, la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo es solamente UNA, y es de Él (Léase Mat.16:18). La Iglesia del Señor no consiste en cierta o cual denominación u organización político-religiosa, que es lo que el mundo Comúnmente reconoce.
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La Iglesia es el conjunto universal de hijos de Dios, quienes habiendo sido lavados con la Sangre del Cordero, han servido y sirven al Señor en diferentes tiempos y lugares con todas las fuerzas de su corazón. La lista de estos cristianos fieles, quienes integran la membrecía de ese conjunto universal, está en el control absoluto del Dueño de la Iglesia. Y Pablo apóstol nos con-firma esto, diciendo: “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Tim. 2:19). “Estos son los que con mujeres (denominaciones) no fueron contaminados, porque son vírgenes. Esos son los que siguen al Cordero por donde quiera que fuere”. “Es-tos fueron comprados de entre los hombres por primicias para Dios y para el Cordero. Y en sus bocas no ha sido hallado engaño, porque ellos son sin mácula delante del Trono de Dios” (Apoc.14:4-5). Hay quienes han interpretado que estos son un conjunto misterioso de súper-cristianos de una casta superior, perfectos en el sentido natural. Un grupo en el cual los “cristianos regulares” no podemos tener parte. Inclusive han existido y existen hoy organizaciones autodenominadas cristianas, cuyos líderes reclaman ser estos integrantes superiores y súper-especiales, y el pueblo que los sigue obedece ciegamente sus torcidas enseñanzas y aprueban semejante blasfemia. La realidad es que ese conjunto descrito por el Espíritu Santo, son los fieles seguidores del Señor que ya mencioné antes, cristianos sinceros, humildes y verdaderos quienes rodeados aquí de pruebas, de tentaciones y de flaquezas, caminan cada día con Dios venciendo su carne y a las “milicias espirituales en los aires” (Ef. 6:12). “Por la Sangre del Cordero, y por la Palabra de su testimonio; y no han amado sus vidas hasta la muerte” (Apoc.12:11). Tu mi Hermano(a), que amas al Señor con todas las fuerzas de tu ser, que has caminado experimentado duras pruebas y tremen-das aflicciones al paso de los años, pero que hasta hoy estas en pie. Tu, quien habiendo sido marcado por Dios, “gimes y clamas” (Ez. 9.4), y caminas “andando y llorando” (Sal. 126:6), y te has ocupado hasta hoy en tu salvación con “temor y temblor” (Fil. 2:12), ¡tú estás contado en ese número especial, pues eres miembro de Su Iglesia!.
LA VOCACIÓN SUPREMA DE LA IGLESIA
Hemos considerado ya en forma breve quien es en verdad la Iglesia del Señor aquí en la tierra. Podemos ver, por las pocas Escrituras citadas, que la Iglesia no es lo que comúnmente se cree: “el montón” de cristianos mediocres, que caminan como a ellos les parece, o como sienten, obedeciendo al Señor en aquellas cosas que a ellos les gusta o están de acuerdo, e ignorándolo cuando a su carne no le agrada lo que Él les ordena por Su Palabra. No es con esta clase de cristianos con los que la Iglesia pudiera cumplir aquí su misión. Pues al examinar detenidamente la Palabra de Dios, vemos que el Señor tiene un propósito definido y único, para este conjunto que Él mismo llama “Su Iglesia”. De acuerdo con lo que se nos de-clara en el Libro Santo, tenemos que aceptar el hecho de que este conjunto debe y tiene que estar integrado precisamente por esos seres “súper-especiales”, que el Espíritu Santo señala en la Escritura antes citada, como seres que, aunque siendo humanos imperfectos, no pueden ni deben de vivir aquí igual que el resto de la humanidad. Pues somos nosotros los que habiendo estado dispuestos para seguir “al Cordero por donde quiera que fuere” (Apoc. 14:4), “negándonos a nosotros mismos” (Luc.9:23), a quienes ha querido el Señor descubrirnos “el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, que se había propuesto en Sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef. 1:9-10). Pues inclusive está escrito: “cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Cor. 2:9y10.). Esto último lo dice el Apóstol Pablo, como uno de esos seres “súper-especiales”. Y él es también quien nos dice: “que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la Iglesia a los principados y potestades en los cielos” (Ef. 3:10) Estas declaraciones con respecto al ministerio de la Iglesia aquí, están tremendas. Pero solo pueden reconocer esto los cristianos “que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu” (Rom. 8:1) Pues a estos se dirige nuestro apóstol cuando dice: “Por tanto dejando la palabra del comienzo de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección...etc.” Porque la voluntad del Señor es que los integrantes verdaderos de Su Iglesia crezcan en madurez y conocimiento de las maravillosas verdades reveladas en Su Palabra. Al pasar los años no podemos ni debemos quedarnos en el mensaje elemental del arrepentimiento, del bautismo, de hablar en nuevas lenguas, etc.
EL PRIVILEGIO DE SER LOS ANUNCIADORES
Es cierto que “la fe que ha sido una vez dada a los santos” ( Judas 3), principió con la declaración del bautismo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, y con el derramamiento del Espíritu Santo (Hech. 2:38-39). Pero Dios usó a Sus apóstoles (y de una manera más particular al apóstol Pablo, lo cual el mismo apóstol Pedro reconoce en su 2da. Epístola 3:15), para declararnos un número de misterios que de otra manera nosotros nunca hubiéramos podido conocer ni entender. En el texto citado el apóstol Pablo nos habla de la “multiforme sabiduría de Dios”, dándonos a entender que son muchas las verdades y los misterios de esa sabiduría divina. Luego declara algo que a primera vista puede parecer increíble y esto es, que esta sabiduría de Dios tiene que ser “ahora notificada por la Iglesia” no nomás en el mundo, mas también “a los principados y potestades en los cielos”. Pues en estos mensajes de revelación y sabiduría divina, encomendados a los integrantes de la Iglesia para que los anunciemos, son “en los cuales (aun) desean mirar los ángeles” (1 Pedro 1:12), porque no les dio Dios a los ángeles el supremo privilegio de anunciar “el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (Ef. 3:8), sino a los que hemos sido “comprados de entre los hombres, por primicias para Dios y el Cordero”. A hombres (y mujeres) no justos de nosotros mismos, más justificados por la Gracia de Jesucristo el Señor, y la Sangre de su Cruz. Y aquí está precisamente la idea central de este mensaje: ¿cómo va hacer su trabajo la Iglesia si sus integrantes no saben mas que lo elemental, solamente el “comienzo en la doctrina de Cristo”? ¿Cómo van a cumplir con el tremendo ministerio que tenemos encomendado si en sus mentes no están, o no saben valorar, lo maravilloso de los mensajes de “la multiforme sabiduría de Dios”? Hoy bendigo a mi Dios por cuanto a través ya de una larga vida, habiendo pasado por incontables experiencias, en medio de limitaciones, de contrariedades, de duras pruebas, de tribulaciones y aflicciones, a mi Señor le ha placido darme luz y revelación en Su Palabra sobre muchos misterios y verdades de esa multiforme sabiduría de Dios que por la Iglesia debe ahora ser notificada. Para este tiempo el Señor me ha concedido que una gran parte de esos mensajes, estudios y explicaciones, tanto proféticos como doctrinales, hayan sido ya puestos en letra y en grabaciones para ayuda y edificación de los santos, y para equipar a los soldados que se lanzan a pelear “la buena batalla”. Los temas que enumero a continuación están en libros que para estas fechas han llegado ya hace tiempo a las manos de muchos hijos de Dios quienes han recibido luz sobre lo mismo, y hoy con profunda convicción anuncian también estas verdades.
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